Comenzar un viaje de madrugada, siempre tiene algo especial. Debido a que el avión salía a las 6 de Málaga, arrancamos el coche a las 2 en plena noche y con Iron Maiden a "to pastilla". La primera decisión logística que se presenta cuando piensas un viaje al extranjero en bici, es como llevarla. La verdad es que las aerolineas te lo ponen facil y por un razonable precio te permiten facturarla, corriendo el embalaje por tu cuenta y riesgo. Nos planteamos embalarlas en una caja de carton, lo que nos obligaba a buscar en Bratislava una tienda de bicis que nos regalara otras cajas para el regreso, por lo que optamos por comprar bolsas de viaje para bicis de Decathlon. Inconveniente de esta opción: hay que llevar dichas bolsas encima durante 800 kms, las cuales aporta a las alforjas un peso adicional nada despreciable. Tras un vuelo sin incidencias llegamos al aeropuerto de Memmingen, donde cogimos un microbus que nos llevó a Ulm (inicio de nuestro viaje).

Ulm es una bonita ciudad, cuya catedral tiene la torre de iglesia mas alta del mundo. El centro histórico de Ulm, genera en uno la sensación de teletransportarse a Barrio Sesamo, con una concentración de panaderías increible, y unos comercios que destacaban por su aspecto acogedor y próspero. Ni rastro de crisis económica, caras felices y bullicio comercial. Existen en Alemania un tipo de comercios que me encantan. Son una mezcla de carnicerias y restaurantes, donde eliges lo que quieres, te lo cocinan y te lo sirven, y todo a un precio realmente económico. Después de almorzar, comenzamos nuestro viaje con ilusión y una pizca de acojone por lo que se nos venía encima. El trayecto hasta Dillingen aunque corto, fue algo problemático porque nos costo un poco conectar con la ruta correcta y nos perdimos en mas de una ocasión. Dillingen es un pequeño pueblo del que poco hay que contar, pero al que necesitabamos llegar para que la ruta del dia siguiente no fuera excesivamente larga.

Interminable etapa en la que nos volvimos a perder. Todo el trayecto transcurre en zonas de campiña. Las ciudades a destacar son Donauworth y sobretodo Neuburg, tipicas ciudades del sur de Alemania. Por error, nos desviamos a Rain, donde comimos unos magnificos platos de pasta. Lo primero que nos sorprende es que los restaurantes, en general, son mas baratos que en España y las cantidades mayores. Ingolstadt es una ciudad mediana, agradable, pero funcional. Cuando llegamos al hotel, nos indican que podemos dejar las bicis en la calle. Efectivamente, vemos innumerables bicis aparcadas por las calles, algunas sin candado, pero como no nos fiamos las dejamos en un patio interior del hotel. Una vez aseados nos fuimos a Wonnemar, un complejo de piscinas y aguas termales del que salimos como nuevos. Estos complejos son bastante habituales en Alemania, donde cualquier ciudad mediana tiene uno. Son instalaciones cubiertas, con piscinas de agua caliente, spas y toboganes que funcionan todo el año y que los alemanes visitan en plan familiar cotidianamente. 

Esta mañana el Gps nos ha dado una alegria, teniamos que hacer nada mas que 65kms hasta Reggensburg, ha sido sólo una ilusión, ya que al final del dia, mi cuentakms marcaba 101!!!! . Esta estapa es una de las mas impresionantes de la Donauradweg, sobretodo a partir de la abadia de Weltenburg. Dicha abadia cuenta con numerosos restaurantes y tiendas de souvenirs, ya que es una zona bastante turistica. Alli cogimos un ferry que recorre los impresionantes acantilados y te deja en la orilla opuesta, en Kelheim. La etapa aunque una paliza ha sido espectacular y al final del dia, nos esperaba Regensburg. Regensburg (Ratisbona para los españoles), es una preciosa ciudad medieval con un magnifico puente empedrado sobre el Donau (Danubio).

El cuerpo tiene un limite...despues de los palizones de los dias anteriores, cuando llevabamos unos 50 kms, llegando a Straubing se nos ha acabado la gasolina..., un mal cuerpo alucinante, asi que hemos montado las bicis al tren y hasta Deggendorf. Durante toda la Donauradweg hay trayectos en ferrocarril que te llevan a la siguiente etapa, lo cual viene muy bien para las nenazas como nosotros. El ferrocarril, al igual que todo en este país, está perfectamente adaptado para que lleves contigo las bicicletas. Lo mejor del dia ha sido la llegada a Straubing, ciudad con una plaza espectacular, donde empiezas a encontrarte con numerosos ciclistas que realizan la Donauradweg.

Etapa de recuperacion...facilita y además bonita. Passau, ultima ciudad alemana del viaje, cuya Ciudad Vieja se encuentra construida en la confluencia de los rios Danubio y Eno. En ella atracan numerósos cruceros fluviales, la mayoría de ellos noruegos, japoneses, etc, gente con alto poder adquisitivo, ya que el coste de estos cruceros es prohibitivo. Desde Passau a Linz , es la parte más concurrida de la Donauradweg, donde familias completas realizan este tramo. Algo así, como el Camino de Santiago pero en plan familiar. Mañana nos pasamos a Austria y nos espera la etapa reina en cuanto a belleza, ya que por distancia, es la de pasado mañana. Hay que destacar que los alemanes son la mar de amables y serviciales, como te pares en el camino con el mapa en la mano...te caen 4 alemanes diciendote "canaijelpiu?".

Este tramo no ha decepcionado, es la etapa más espectacular de la Donauradweg. La mayor parte de la ruta acompaña al Danubio por inmensos meandros, especialmente el de Schlöngen, lugar donde el Danubio circula en sentido contrario al curso del rio. En dos ocasiones hay que coger un barquito que te lleva a la orilla contraria. Una de las mejores cosas de hacer la Donauradweg es que vas conociendo gente singular. No me puedo olvidar de Mikel de Bilbao, que con una rueda con un radio roto y un portaequipajes que debía pesar varias toneladas, hacía etapas de casi el doble de distancia que las nuestras. O de dos franceses que llevaban 3 años recorriendo el mundo, o de una pareja alemana, padre e hijo, que eran la mar de simpáticos y que esperaban llegar hasta Budapest.

Esta eterna etapa pasaba muy cerca del campo de concentración nazi de Mauthausen. Recorrer los barracones, las cámaras de gas y sobretodo, los hornos crematorios, hace que te sientas culpable por pasear como turista por un lugar donde hubo tanto horror. Es sobrecogedor ver los incontables homenajes de familiares de fallecidos en este campo, multitud de ellos en español, ya que Mauthausen fue el campo de concentración donde los nazis exterminaron a 5.000 españoles republicanos. El resto de la etapa estuvo marcada por esta visita e hizo que fueran cayendo los kilómetros mientras tu cabeza seguía dando vueltas a lo visto allí;. Solo destacar que llegamos a Krems ya de noche, y que por no recorrer unos 14 kms adicionales hasta el hotel que teníamos reservado, optamos por buscar otro en el mismo Krems.

Ya estamos en Viena!!!! Ya queda poco para conseguir el objetivo...mañana en Bratislava y para casa...menos mal, porque las fuerzas están bajo mínimos. Viena nos ha decepcionado un poco, si bien el centro es bonito, el resto no está muy cuidado y tenemos la sensación de estar en un país de menor nivel económico. Tal vez, no hemos tenido el tiempo suficiente para visitarla como se merece. Por cierto, es el único lugar en el que hemos tenido problemas con las bicis, el hotel no tenía parking y se negaba a que las subiéramos a la habitación, a lo que finalmente accedieron tras la amenaza de marcharnos. Esta etapa tiene sabor a final, ya que la llegada a Bratislava será muy asequible por su cercanía a Viena. Echaremos de menos los pequeños restaurantes que salpican la Donauradweg, donde nos hemos acostumbrado a desayunar a media mañana unas estupendas bradwurst con su correspondiente jarra de cerveza.

OBJETIVO CONSEGUIDOOOOOO!!!!!! Hemos llegado por fin, han sido tres países y creo que algo más de 800 kms en bici...ha sido una experiencia inolvidable. Es espectacular contar con una carretera solamente para bicis de tantos kms y que transcurre por sitios tan alucinantes...totalmente recomendable. En Bratislava se baja un nuevo escalón en lo económico, con un centro muy pintoresco, el resto de la ciudad tiene un cierto aire decadente del telón de acero. Y lo digo con conocimiento, ya que un error del GPS nos ha llevado a los lugares más recónditos de la ciudad en busca del hotel. Durante la cena nos han sableado, ha sido la comida más cara. Al no tener moneda local, la conversión a euros fue terrible y cuando dijimos de pagar con tarjeta le añadieron un nuevo plus. En el aeropuerto de Bratislava, camino de Málaga, empezamos a sentir nostalgia por la Donauradweg y su impresionante rio, el Donau.